Después, en mi juventud, tuve la suerte de viajar y aprender idiomas en países extranjeros como Francia, Inglaterra y Estados Unidos.
Disfruté de estadías fantásticas que me dejaron no solo aprendizaje, sino experiencias de vida inolvidables.
Mi experiencia con los idiomas, fue también muy divertida.
En Estados Unidos fui la simpática cajera española del supermercado del pueblo.
Los idiomas habían traído a mi vida alegría, curiosidad, reto y sobre todo mucho colorido y diversión.
Me fascinaba crear puentes a través de las palabras.
Cuando llegó el momento de elegir una carrera profesional, tuve claro que estaría relacionada con los idiomas.
Me licencié en Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde aprendí otras dos lenguas extranjeras: italiano y portugués.
Durante mis 6 años como Directora en Berlitz, constaté que para muchas personas, el aprender un idioma no está ligado a la alegría y a la diversión.
Por el contrario, les produce muchísima ansiedad y estrés.
Además de miedo, bloqueos, inseguridad y frustración por no conseguir los resultados deseados.
Ahí fue donde me dí cuenta de que el proceso de aprendizaje está condicionado, como todo en nuestra vida, por las emociones.