Discriminación lingüística.
¿Conoces el “efecto Halo”?
Este sesgo cognitivo indica que, cuando se percibe en otra persona un rasgo positivo, se tiende a llevar esa impresión positiva a otros rasgos/áreas.
Por supuesto, también se da en la dirección inversa cuando se trata de un rasgo negativo.
Piensa en alguien que conozcas que sea muy simpático o, al revés, muy antipático. ¿De qué manera esto influye en la percepción y gestión de otros rasgos de esa persona?
Si lo aplicamos a los idiomas, ¿de qué manera el “efecto Halo” aplica cuando hablas otro idioma o bien oyes a otras personas hablar en una lengua que no es la materna?
Especialmente, en la primera impresión que te llevas cuando oyes el acento de esas personas hablando en un idioma extranjero.
¿Qué tipo de juicios pasan por tu cabeza?
¿Llegas a ser consciente de la aparición de algún sesgo cognitivo que influya en tus pensamientos y reacciones?
Un sesgo cognitivo es un atajo mental que nos ayuda a la hora de tomar decisiones de forma más ágil e inmediata.
Algo que ha resultado muy útil evolutivamente.
Por ejemplo, a la hora de apreciar y juzgar un acento cuando alguien habla, se entiende que, para nuestros ancestros, el hecho de calibrar y diferenciar el acento a la hora de hablar les permitía identificar si eran miembros de la misma tribu o bien de otra diferente y, por lo tanto, tomar las medidas oportunas.
Siempre en búsqueda de la supervivencia.
Estos atajos, que inciden en cómo procesamos la información, forman prejuicios cognitivos.
Aun teniendo en cuenta que a veces pueden ser útiles, a menudo nos llevan a equivocaciones por falta de información, parcialidad o racionalidad.
Además, muy a menudo, resultan del todo injustas y terminan en discriminación.
En concreto, para esta entrada del blog:
Discriminación lingüística.
Una discriminación que se basa en hablar un idioma extranjero con acento.
Cada uno de nosotros tendrá su propia definición de lo que significa hablar con acento.
Una muy común, segura e injustamente, es la de confundir tener acento de la lengua propia con tener un desempeño limitado del idioma objetivo.
Tener una buena pronunciación, limitar el acento de la lengua materna y, sobre todo, sonar como un “nativo” es uno de los aspectos que mayor complejo, vergüenza y frustración genera.
Porque hablar como un nativo, algo que gran parte del mercado de los idiomas vende por activa y por pasiva como el sueño dorado; es en la mayoría de los casos harto difícil de conseguir.
Es decir, hablar sin acento extranjero.
“Este o esta habla con acento extranjero” es una expresión muy común cuando se oye a alguien hablar en otro idioma.
Algo que nos decimos también a nosotros mismos, llegándonos a “fustigar” por ellos.
Es una expresión que suele ir acompañada de un adjetivo que mide la fuerza del acento (suave, ligero, imperceptible, fuerte, nativo…).
Sea como fuere, lleva de forma implícita un significado que va desde evaluación negativa, a desafíos en la comunicación, a discriminación.
Todo ello sin tener en cuenta las habilidades lingüísticas del sujeto. La capacidad de comunicar, de escribir, de hablar, de comprensión oral y escrita.
Solo por el mero hecho de no sonar como un nativo.
El acento es algo personal y característico de cada uno de nosotros. Nos “delata” muy a menudo. Permite identificar rápidamente de dónde somos. En otros casos, cuando no se sabe/puede identificar bien el acento, simplemente indica que no se es “local” o del idioma meta que se está hablando.
La percepción, los prejuicios y las creencias que se asocian a los acentos pueden reflejar aspectos relacionados con estigmatización.
Es cierto que hablar de estigma son palabras mayores.
Como encontramos en la descripción de Wikipedia:
«En sociología, estigma es una condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que la persona portadora sea incluida en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa y se les ve como inaceptables o inferiores”.
Porque, así es, muy a menudo a una persona que hable inglés con un acento extranjero se le aplican estereotipos y se la evalúa negativamente, llegando a ser discriminada, como indicaban ya en su día diferentes estudios, entre los cuales Hosoda et al., 2012, Pendakur and Pendakur, 2002 y Fuertes et al., 2012.
Siguiendo con Hosoda et al., 2012, hay dos maneras de clasificar los acentos: ESTATUS y SOLIDARIDAD.
El estatus se refiere a la percepción de competencia, inteligencia y educación del hablante.
La solidaridad nos habla de cuán atractivo, amigable, confiable parece quien está hablando.
Si pensamos en acentos en inglés, sin duda acentos como el británico implican un “glamour” y un mayor prestigio.
En este artículo de la BBC, se habla precisamente de este tema.
De cómo países como la India, donde el inglés es uno de los idiomas oficiales, se genera cierta discriminación por no sonar como el “inglés nativo” que cada uno presume como único válido.
De hecho, menciona el artículo que acentos no nativos como el de ciertos europeos se prefiere a nativos de inglés en función de la zona geográfica en la que se hallan.
Ahora bien, dentro del “inglés nativo de primera”, hay también diferencias.
Algunos acentos, como hemos visto con el británico, a menudo se identifican en un modo positivo y se les considera de forma innata como prestigiosos y reciben una mejor evaluación social (LippiGreen, 2012).
Como mera anécdota, incluso SIRI reconoce mejor acento americano que británico, al parecer.
Estamos hablando del inglés todo el rato, pero no hace falta irse a otro idioma para constatar este tipo de discriminación lingüística.
En la colaboración con la logopeda Nuria Baranda que encuentras en el Canal Idiomas en Positivo de Youtube y en este mismo blog, ella comenta cómo ayuda también a profesionales a neutralizar su castellano para que suene más del centro y no del sud de la península.
El acento andaluz puede a menudo y de forma injusta, parecer perfecto para algo gracioso, pero no “sonar” tan profesional.
Los acentos forman parte de vivir en un mundo multicultural y multilingüe.
Son infinitas las ventajas que tiene hablar idiomas.
Permite, entre otros aspectos, ganar más dinero, tener un mejor salario, optar a mejores oportunidades profesionales.
Sin embargo, hablarlo con cierto acento puede causar justo lo contrario: que se cierren promociones internas y ascensos por no tener un buen acento y, de nuevo, equipar acento a desempeño y valía profesional.
De hecho, hay ya alguna sentencia por discriminación lingüística en USA. Las leyes son mucho más indulgentes en este tipo de discriminación en comparación con otros tipos de discriminación, como racial, sexual, religioso, etc.
A este efecto, las leyes permiten que las empresas discriminen a ciertos empleados si consideran que su acento marcado puede afectar con el negocio.
No hay inglés bueno ni malo.
No me cansaré de recordar que lo importante es la comunicación y el grado en el que somos capaces de hacernos entender por los demás.
Si los demás nos entienden, si entendemos, entonces la comunicación es exitosa.
Que suenas como un “nativo”, maravilloso.
Que suenas como española (mi caso), pues maravilloso también.
El grado en el que tener acento extranjero interfiere en la comunicación y minimiza la capacidad de comprensión del oyente no depende únicamente del acento propiamente, sino que hay otros factores relacionados: prejuicios, expectativas, creencias.
Si se que voy a tener que hablar con un nativo de según qué zona, en función de los filtros que aplique a ese hecho, iré más o menos condicionado a entender.
En este caso, es más fácil que crea que la comunicación no fluye por el acento el otro que por mis prejuicios y creencias.
¿Te resulta familiar?
¿Es la eliminación o reducción de acento extranjero la solución?
Sin lugar a duda, visto lo visto hasta aquí y considerando que tener acento extranjero al hablar otro idioma, en especial el inglés, está mal visto, uno de los principales objetivos es reducirlo y cambiar la forma en que se habla, se suena.
Ahora bien, ¿dónde queda la tolerancia lingüística? ¿cuándo dejaremos de clasificar los acentos como buenos o malos y con necesidad de mejora?
En un mundo ideal, el sueño de sonar como un nativo a base de trabajo y esfuerzo sería posible.
La realidad es que no siempre se consigue eliminar el acento propio.
La otra realidad es que no debería ser necesario.
Mucho menos ser un generador de estrés y ansiedad tan grande como lo es para tantas personas que se ven constantemente juzgadas-evaluadas en su desempeño profesional por no tener un buen acento o bien que viven en el país del idioma meta.
Muchos son los ejemplos que se pueden encontrar en el libro: Leading in english que recomiendo fervientemente, por cierto.
El sector de la enseñanza de los idiomas no es ajeno a esta “necesidad” de reducir o eliminar acento extranjero, ofreciendo gran variedad de programas para sonar más “nativo”.
Programas muy populares para los profesionales expatriados o no que trabajan en organizaciones multinacionales y que se ven expuestos con presentaciones, negociaciones, etc.
Porque estos profesionales, tan válidos, capacitados, preparados para sus puestos de trabajo no se ven libres de falta de confianza, autoestima y seguridad por “culpa” de tener acento extranjero.
Lo que les afecta en diferente grado:
- Huyendo y evitando cualquier exposición al idioma.
- Sufriendo muchísimo y pagando el precio con su salud.
- Invirtiendo grandes recursos tanto de tiempo como de dinero en programas para mejorar su desempeño en el inglés meta.
Sea como fuere, es cierto que a veces nos resulta difícil, no tanto hacernos entender, sino entender a otra persona cuando tiene un acento muy marcado.
Por más buena intención y predisposición que tengamos, no alcanzamos a entender.
Como se menciona en el libro recomendado por activa y por pasiva, “para bailar tango hacen falta dos”.
Para la comunicación, también.
Si dos se quieren entender, se entenderán.
Lo que quiere decir que, el receptor también puede ayudar al emisor del mensaje a que la comunicación sea más fluida.
¿Cómo?
Sigue leyendo.
¿Cómo facilitar la comunicación en las dos direcciones?
En primer lugar, como siempre, es importante tener paciencia y evitar frustrarnos por no entender.
Es lo que nos sugiere Heather Hansen, a quien también te recomiendo que sigas porque es una de las principales profesionales que he visto a favor de la “tolerancia y flexibilidad lingüística”, en este artículo:
“Cambiar frustración por curiosidad”
En mi caso, la curiosidad es uno de mis recursos estrella para enfrentar cualquier situación que suponga un desafío extra. Me ayuda mucho.
¿Cuál reconoces que es tu recurso-llave maestra para situaciones que te sacan de tu zona de confort?
Además, en el artículo nos recomienda las siguientes pautas:
- Asumir tu parte responsable en la comunicación.
- Cambiar frases del tipo “no te entiendo” o “¿qué has dicho?” por “quiero estar segura de entender lo que has dicho, ¿podrías explicármelo de nuevo?”.
- Solicitar que vuelvan a decir algo de otra manera en lugar de repetir con las mismas palabras lo que no se ha alcanzado a entender.
- Fijarse en las palabras que llevan más fuerza en la frase (se conoce como nuclear stress, Hablaré de esto en otra entrada próximamente). Donde cae el estrés de la frase. No hace falta entender todo, sino las palabras con mayor significado y que suelen ser las que tienen mayor estrés.
En el libro mencionado, Leading in english, se dan también estos consejos que nos sirven tanto para hacernos entender como entender a los demás:
- Identificar cuáles son los puntos en los que se tiene dificultad para hacerse entender:
- Articulación
- Entonación
- Cadencia de las frases (pausas, respiración)
- Variedad vocal o consonántica.
- Determinar en qué canal el desafío es mayor:
- El teléfono.
- Las reuniones virtuales.
- Reuniones presenciales.
- En grupo.
- Durante presentaciones propias o ajenas.
Otro tema que se comenta en el libro es pedir que la otra persona repita lo que ha dicho. Algo que suele costar por diferentes miedos (parecer incompetente, hacerse pesado, molestar al otro…). Por eso, además del tipo de frases que Heather Hansen recomienda, se propone:
- En conversaciones telefónicas: “Estoy tomando notas, ¿podrías por favor repetir X?”
- En una reunión de negocios: “¿Podrías por favor aclarar/ampliar/detallar este punto?
Por último, algo que se menciona en casi cada página del libro es la necesidad de trabajar la CONFIANZA en uno mismo cuando el idioma objetivo está presente.
¿Te suena de algo?
Es el leitmotiv de mi trabajo, de esta página y del todo contenido que creo para ti.
La confianza se trabaja desde diferentes ángulos:
- Claridad sobre en qué punto estás.
- Transformación de todos aquellos pensamientos que no te son útiles.
- Definición de un plan de acción claro para mejorar las habilidades y sub-habilidades lingüísticas de forma estratégica e inteligente.
- Convertir sufrimiento/ansiedad/frustración en otras emociones más empoderantes y que faciliten el aprendizaje y, sobre todo, uso y exposición al idioma meta.
- Exposición paulatina y estratégica (de nuevo) al idioma de forma proactiva, con atención e intención. También con preparación.
¿Lo ves muy complicado o no sabes cómo empezar?
La Consultoría Idiomas Exprés es perfecta para esto.
Está en tus manos y en las mías, en las de todos, cambiar discriminación lingüística por tolerancia, por flexibilidad.
Sentirnos cómodos con los idiomas que hablamos sin importar cuán pulido está nuestro acento si conseguimos hacernos entender bien.
Buscar la excelencia, perfecto. Pero no la exigencia ni la inflexibilidad propia y ajena que solo lleva a frustración, complejos y ansiedad.
Como el camino se demuestra andando, te comparto aquí otro vídeo en el que me siento #proudofmyaccent.
¿Te sumas al movimiento?
Me encantará leer qué te parece y cómo vives tú la tolerancia lingüística.
Un abrazo y hasta la próxima entrada,
Paloma
Foto cortesía de pixabay.com
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