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Aprender ruso

RUSO: de aprender con FASCÍCULOS a crear su propia METODOLOGÍA.

Aprender ruso.

Colaboración y texto de Miguel Ángel Ruiz González-Granda.

Me llamo Miguel Ángel Ruiz González-Granda. Soy informático de profesión.

Descubrí la informática cuando mi abuelo materno empezó a enseñarme. Se había jubilado dos años antes y para no aburrirse, se compró un ordenador y libros de informática para aprender BASIC, el lenguaje de moda en esa época. De modo que a mis 10 años empezó a enseñarme a mí. En esta etapa escolar la informática que me enseñó fue enfocada a videojuegos, pues él era un matemático empedernido y ese tipo de informática era la que le interesaba a él. Y me la enseñó.

Cuando me apunté a FP de informática ya sabía programar, claro, pero y la programación que aprendí ahora era de gestión.  

El tiempo pasó: con unos amigos creamos una revista de informática. Eran tiempos donde internet estaba naciendo en España. Yo aprendía ahora de forma autodidacta y les explicaba a ellos, que así llevábamos adelante la web de “sitios interesantes”, la revista digital.

Después empecé a trabajar un socio en una asociación llamada ASLID, dedicada a crear sitios web accesibles a personas con minusvalías visuales. Allí diseñábamos y programábamos las páginas, hacíamos el marketing, y buscábamos los clientes por teléfono, aparte de subvenciones para llevarlo adelante.  Después de esto he arreglado ordenadores, drivers, más programación web.

Una anécdota en este sentido que se me ocurre es cuando aprendí Linux por mi cuenta. Para lo primero que me sirvió fue para arreglar el disco duro de mi abuelo, que se le había caído al suelo en un descuido. El disco tenía daños físicos, obviamente, pero a mí se me ocurrió emplear la programación basada en rutinas Linux para tratar de arreglarlo de forma “manual”, y funcionó.

El disco duro (por supuesto) seguía teniendo los daños físicos, pero con mi técnica totalmente “artesanal” logré ocultarlos y utilizar las otras zonas válidas, en buen estado, sólo detectables desde Windows. O sea, Linux oculto para los errores, Windows visible para la zona “sana”. Esta misma técnica de reparación artesanal de discos duros la apliqué otras veces para arreglar discos duros en una empresa y a particulares.  

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Mi pasión por los idiomas hay que remontarla a la infancia.

Mi padre siempre nos ha comprado a mis hermanos y a mí cursos de idiomas: inglés, francés, alemán, italiano, ruso… Y claro, de ahí viene todo.

Resultó que descubrí que se me daban bien los idiomas.

A parte de esto, mi abuelo también nos compraba vídeos de inglés para niños, y tenía un diccionario Collins Inglés-inglés que me enseñó a utilizar. Y me acostumbró a consultar las palabras desconocidas en ese diccionario. Así que es lógico tener ese gusto especial por los idiomas.  

El primer contacto que tuve con el ruso fue con un curso a distancia en fascículos.

Aprenderlo, propiamente dicho, lo aprendí en la Escuela Oficial de Idiomas, donde estuve año y medio.

En ese tiempo cogí un buen nivel (mis redacciones se pasaban a todos los niveles), mi traducción de final de primer curso también. Dicha traducción sorprendió a la profesora (ya cuando lo vio estaba yo empezando el segundo curso) porque nunca se había hecho ninguna traducción en clase de ruso. Nadie había llegado antes a leer un libro de lectura graduada, y me invitó por ello a pasar extraoficialmente a tercero; extraoficialmente, porque oficialmente no podía hacerlo.

Pero me encontré con el problema de que en tercero estaban tripitiendo el curso con el nivel que ya tenían, sin que yo hubiera hecho nada; de modo que para no crear mal ambiente allí entre ellos apretándoles demasiado las tuercas, me fui, lo que entristeció a la profesora, que era un encanto. Era de lo mejor, y estaba contentísima conmigo por el nivel. Por eso, ya digo, le dio pena.  ¿Qué le vamos a hacer? 

Mi experiencia del ruso me sirvió para entender que el gran problema del avance didáctico de la lengua rusa estaba justamente en la lectura, nivel al que se podía llegar perfectamente utilizando las técnicas correctas, que guiasen a estudiantes en la enseñanza del idioma, y a los profesores en su didáctica.

Pues los profesores siempre están buscando libros para ayudarse a enseñar mejor.

La mayoría de los libros que se usaban entonces eran traducciones de gramática rusa para ruso parlantes, traducidas al español. Eran libros de la era soviética.  Aún hoy se siguen utilizando. Se puede apreciar formas antiguas, que ya no se utilizan.

Aun así, siguen siendo muy buenos esos libros, pero tienen algunos aspectos que claramente se pueden mejorar: vocabulario excesivo, textos literarios de lectura inasumibles para estudiantes hispanohablantes que empiezan con el idioma, cierto vocabulario un poco arcaico (que ya no se usa).

Por eso se me ocurrió crear el mío propio.

En este audio, Miguel Ángel nos explica porqué empezó a estudiar ruso, ¡EN RUSO!

Principal desafío al estudiar ruso.

Lingüísticamente hablando la principal dificultad de la lengua rusa para los hispanohablantes es la raíz idiomática: la lengua española es latina, y la lengua rusa es eslava.

Lo que significa que la etimología de las palabras no podría orientarnos a los hispanohablantes en torno a un idioma anterior común.

Es cierto que hay palabras “prestadas”, como fuentes griegas o latinas y extranjerismos modernos derivados del francés (porque Francia en el s XIX fue tuvo una gran influencia cultural en Europa y Rusia es Eurasia), que son comunes a nuestro idioma español, y esto ayuda un poco.

También hay que tener en cuenta el tipo de estudiante que desee estudiar ruso: los filólogos son los candidatos idóneos para aprender; le siguen los que, sin ser filólogos, hayan estudiado al menos un idioma con declinaciones: griego o latín, por ejemplo. Y los terceros mejores candidatos son aquellos que recuerden los conocimientos aprendidos de análisis sintáctico y aún el morfológico aprendidos en la EGB en este sentido.

El primer miedo que un estudiante hispanohablante debe erradicar es el que le produce a primera vista el alfabeto, tan distinto al nuestro latino, y que no es una dificultad tan grande en realidad.

Entiendo que el alfabeto ruso impone al principio. Así que la regla para eliminar ese miedo es la caligrafía.

De modo que, ¡VOLVAMOS A APRENDER A ESCRIBIR!

Esta vez en ruso, con un cuaderno de caligrafía, como cuando éramos niños.  Ésta será una fase que no debe tardar más de 2 semanas y en la que nos soltaremos con la escritura a mano alzada. Aquí no se trata de entender nada (de hecho, no entenderemos nada, por cierto), sino sólo de adaptarnos a la nueva escritura.

Este conocimiento nos va a permitir tomar apuntes, para escribir, para hacer nuestros ejercicios. 2 semanas después empezaremos, ya sí, a aprender la gramática, que comienza siempre (claro está) con el alfabeto.

Aquí hay que aclarar que la enseñanza de la lengua rusa no sólo es difícil para el estudiante.

También puede presentar una seria dificultad para el profesor: dificultad de elección, que se hallaría, por ejemplo, en la tesitura de si hacer un enfoque de fonética o enseñar gramática.

Porque siempre es bueno o deseable adquirir un cierto control fonético de las palabras para usarlas en clase.

Cuando yo estudié ruso cometía muchos, pero muchos errores fonéticos, lo cual es lógico habida cuenta de que la buena mujer (con muy buen juicio) eligió enseñar gramática porque según sus palabras, tardaría 9 meses (un curso académico) en dar la fonética, y luego, sin gramática, ¿de qué nos serviría una cosa sin la otra?

Yo, la verdad, no me puedo quejar. A mí me vino de perlas lo que aprendí.

Sin embargo, a los que vinieron después, sí que les dio fonética.

Y quiero creer que su decisión se debió en gran parte a mi pobre pronunciación, pues yo era el único que hablaba con ella en ruso en clase. Muy fluido, eso sí, pero estoy convencido de que con fallos ¡tremendos! Ahora, eso sí, nadie (ningún compañero) se reía de mí, más que nada porque no tenía repajolera idea de lo que estaba diciendo. ¡Eso es lo bueno! Poder hablar, decir lo que sea sin que nadie te critique.

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Consejos y pautas para aprender ruso.

Los libros de gramática no son obran inmutables, y el mío de gramática tampoco.

Esto quiere decir que el mejor consejo que se me ocurre para cualquier estudiante que lo utilice, es que trate de inventarse sus propias oraciones para practicar inspirándose en la temática del libro; y que practique usando un cuaderno, pregunte al profesor cuando tenga dudas…

¡Que no se corte!

En resumen, que sea parte activa del aprendizaje. 

Mis libros (tanto el de gramática como el diccionario) son ideales para que un profesor bilingüe guíe a los alumnos de una academia. Recomiendo que use dicho material como referencia, y amplíe lo que estime oportuno.

Si se desea aprender de forma autodidacta, mi consejo es que la parte fonética se calibre con programas online de tipo fonético, porque la grafía latina es imperfecta para abarcar la fonética rusa.        

Tiempo de estudio aconsejado: 2-3 horas al día: una de clase y una o dos de repaso en casa.

Historia de mi metodología de ruso.

Se puede decir que para hacer mi método he comenzado la casa por el tejado.

Primero creando el diccionario y luego el libro de gramática.

El diccionario surgió de mis primeras traducciones: “без свидéтелей”, de Igor Zaviélin, “Тамáнь”, de Mijail IuriEvich Liérmontov, y “ Чук и Гек” (cuyo nombre de autor no recuerdo ahora mismo). A los que vinieron otros.

Al traducir en ruso, y aun teniendo algunos conocimientos ya de gramática y algo de vocabulario, el nivel que necesitaba era de 25-30 palabras por párrafo de 5 líneas.

De modo que en un fichero de Word hacía lo siguiente: creaba 3 partes: la versión rusa, después la versión española y después el vocabulario de apoyo de ese párrafo. Después continuaba. Siempre en estructuras en ese orden.

Así tenía la posibilidad de leer tantas veces como quisiera y cuando me faltaran palabras podía consultarlas. Unas 32 páginas salían de media cada traducción. Pero luego quise compartirlo por internet.

Y aquí surgió el problema.

¿Doy mi traducción, doy mi vocabulario? ¿Lo doy todo?

Siempre indicando el libro de referencia, claro.

Y mi razonamiento fue así: mi vocabulario de apoyo tiene unas palabras determinadas, que me sirvieron a mí. Si las personas que utilicen este vocabulario tienen menos nivel, necesitarán buscar más palabras.

¿Cuántas?

Y esta respuesta no tenía solución clara, como es obvio.

De modo que se me ocurrió la hipótesis del estudiante 0: que no entendie ninguna palabra.

En este caso habría que buscar todas las palabras. Como de hecho me ocurrió a mí al principio, con la primera traducción. Además, a veces las declinaciones son irregulares, de modo que no es posible saber de antemano a qué palabra corresponde esa forma declinada.

Lo mismo pasa con los verbos.

Por cierto: buscar verbos en el diccionario en ruso es una auténtica odisea.

Así que, como yo lo había empezado a hacer (el sistema no estaba configurado aún, solo iniciado) pensé: ¡todo!

Busquemos todas las palabras de todas las formas posible, declinadas, no declinadas, conjugadas, no conjugadas con todas las repeticiones posibles.

Porque resulta que a la primera no nos podemos aprender una palabra en ruso por lo diferente que es de nuestra raíz latina, lo que nos obliga a volver a buscarla en el diccionario. Y si queremos aprenderla (memorizarla) el método tradicional nos dice que lo mejor es repetirla 5 veces. 5 veces una o dos palabras está bien, ¿pero cientos de palabras? ¡Eso es inviable!

De modo que ¡hagamos el diccionario para ayudar a resolver esa salvedad!  Todas las palabras de cualquier forma posible.

Ya tenía la idea principal.

Llevó tiempo, ¿eh?

La evolución del método me enseñó que el sistema que había que utilizar era analizar morfológicamente cada palabra de una oración (análisis morfológico) y sintácticamente cada oración (análisis sintáctico).

El análisis morfológico se haría de un modo a medias entre la forma española y las necesidades del ruso para hispanohablantes. No se puede explicar brevemente esta idea. Para ello ya haré un manual que lo enseñe, llegado el momento.

Bien.

Terminé el diccionario.

 Y me encontré con el siguiente problema: ahora puedo enseñar a leer el libro, pero sólo a estudiantes de ruso. ¿Conozco a alguno? No. De modo que ahora tengo que buscarlos,

Al principio pensaba: “bueno, libros de gramática ya hay. De la era soviética, pero que funcionan bien para hispanohablantes”.

Vale.

Pero si quería que leyesen mi diccionario, antes debía crearme una comunidad.

En esos años lo que estaba de moda eran las apps de Android, que acababan de salir muy recientemente.

Y además ninguna editorial me iba a publicar ni el diccionario, ni un posible libro de gramática, caso de que lo hiciera.

De modo que me dije: “voy a crear apps pequeñas para explicar desde el móvil lengua rusa haciendo ejercicios sencillos”. Y esta versión de programación ocupó 66 páginas, de la que sólo publiqué una app en una cuenta gratuita para aplicaciones para móviles. Y ahí se quedó.

Cuando Amazon nos dio la oportunidad a los usuarios crear nuestros propios libros en papel, empecé por mi cuenta a convertir la versión informática en versión de libro de papel.

Pero iba despacito, no tenía prisa ninguna, porque aún no tenía seguidores, ni comunidad ni nada. Ni siquiera sabía cómo conseguirlos. 

En 2018 hice, por fin, la página “Ruso para hispanohablantes” desde mi cuenta de Facebook; una página donde tampoco entraba nadie. Un año después comenzaron a llegar (ya tenía 20 o 30 páginas de mi libro de gramática, porque iba despacio) cuando de golpe entraron 50 usuarios, y a partir de entonces, comencé a tomarme en serio la idea de terminar el libro de gramática en un tiempo récord.

Y como ya he explicado más arriba, mientras tanto, para mantener a mi audiencia, fui haciendo publicaciones de gramática rusa en la página para que los no iniciados que ya me seguían, entendieran los conceptos muy básicos de la lengua rusa: vocablos, algo de gramática sencilla… que luego se ha ido complicando.

Esta gramática que, originalmente, estaba hecha en programación Android y ocupaba 66 páginas, se ha convertido, ya terminada, en algo más de 200, en tamaño A4. El número total está aún por definir hasta que termine de maquetarlo y le ponga el índice, la portada y algo más. 

Y esta es la historia de mi metodología.

Quiero aclarar aquí que lo bueno (por pura casualidad) es justamente haber empezado “la casa por el tejado”, es decir, diccionario antes que los conceptos básicos del idioma y que el libro de gramática.

Porque me permite saber de entrada el objetivo final que quiero alcanzar.

Un objetivo que ciertamente es tan ambicioso que hubiera sido impensable de otra manera.

Si no hubiera empezado de esta forma, el propio libro de gramática hubiera sido imposible porque me hubiera estado cuestionando a mí mismo las posibilidades de cualquier avance.

Hubiera pensado “este ejercicio no van a ser capaces de hacerlo, esto otro tampoco, esto es muy complicado…”

Pero ahora, precisamente por la guía que me otorga el diccionario, no hay dudas.

Sé lo que se puede hacer y cómo.

¿De qué se compone mi metodología?

Mi método de ruso consta de 3 partes:

  1. Un libro de gramática:  análisis, fonética y gramática.
  2. Un diccionario de traducciones: una versión analítica del relato “Tamán”, del autor “Mijail Iuriévich Liérmontov, uno de los relatos que contiene la novela  “Héroe de nuestro tiempo”.
  3. Un libro de reflexiones: un conjunto de comentarios que hago a mis seguidores en mi comunidad de Facebook en la página “Ruso para hispanohablantes”.

            1) Libro de gramática:

a) “análisis” trata de una introducción a análisis sintáctico enfocado al planteamiento de la lengua rusa. Resumiendo, diré que en español usamos un sistema de complemento directo, indirecto y complementos circunstanciales, mientras en ruso el sistema se basa en casos gramaticales. Y claro, hay que explicar un método enfocado al otro.

b) ”Fonética”: explica un poco de reglas fonéticas para poder ayudar al estudiante a pronunciar con cierta lógica, y también guiar a un profesor  de academias privadas en esta materia.

c) “Gramática”: consiste en el temario propiamente dicho, con ejercicios resueltos.

            2) Diccionario de traducciones:

No es un diccionario alfabético.

Es un diccionario de los vocablos que van apareciendo en la lectura del principio al último; va en el mismo orden que la lectura e incluye palabras declinadas y verbos conjugados,; contiene repeticiones de vocablos.

Está constituido por  2 planteamientos generales:

A) Una adaptación de análisis morfológico con adaptaciones entre la lengua rusa y española.

B) Análisis sintácticos de los grupos de oraciones que van formándose, para que el estudiante pueda ir analizando las oraciones y construyendo su propia traducción con conocimiento de causa. 

La relación de significados de cada palabra puede ir de 1-1, hasta 1-N, donde N puede tener valores indefinidos (1,2,…5…) los que sean. Esa relación numérica no la impongo yo, la impone la naturaleza de los propios vocablos.

Hay palabras que no tienen más que un significado (por ejemplo:  собáка /sa-bA-ka/perro; y palabras que pueden tener montones de significados: снять /s-ñiAts/ “alquilar, arrendar,retirar, quitar, desmontar, anular, filmar, levantar,  sacar, aliviar, tomar, fotografiar, despojar”.

Elijo esta última palabra porque yo me equivoqué y elegí “arrendar”, y parecía que los protagonistas alquilaban un territorio, cuando en realidad estaban fotografiándolo.

      3) Libro de Reflexiones:

En el año 2018, cuando empecé la página de “Ruso para Hispanohablantes” en mi cuenta de Facebook, sólo tenía el diccionario y el libro de gramática. Este libro de gramática ni siquiera se podía leer porque estaba pensado para móviles; estaba escrito en lenguaje de arrays con formato para Android, ideal para adaptarlo a plantillas tipo “login/password”, que se modifican añadiendo matrices lineales (arrays) con las diversas temáticas de mi curso de ruso como elementos de dichas matrices. 

Cuando un año después mi página de Facebook “Ruso para hispanohablantes” empezó a tener seguidores (50 de golpe, y luego el boca-oreja hizo que subiera hasta 150 en unas semanas) pensé que era buena idea ofrecer algo “potable” a mi incipiente comunidad mientras convertía el libro de gramática en formato de papel.

Pero todavía me encontré con un problema: ¿qué iba a ofrecerle a mi comunidad mientras convertía el libro de programación en libro de texto?

La solución vino cuando decidí crear una serie de publicaciones gramaticales en Facebook (posts) muy generales sobre lengua rusa (vocablos, planteamientos gramaticales, etc.) que explicaban de un modo sucinto y fácil los conceptos en los que estaba trabajando con el libro de gramática.

Esas publicaciones son las que con el tiempo (poco en realidad, pues me auto obligaba a correr como las balas para tener algo que ofrecerles a mis seguidores todos los días) se transformaron en mi libro de “Reflexiones”, que iba escribiendo a la par que la adaptación a papel de mi libro de gramática. 

Y hasta aquí la historia de Miguel Angel con el ruso y su arduo y constante trabajo durante doce años para crear su metodología, que esperamos que pronto vea la luz.

Si quieres seguir a Miguel Ángel Ruiz González-Granda, aquí tienes el enlace a su página de Facebook: “Ruso para hispanohablantes”.

Espero que hayas disfrutado de esta fantástica colaboración de Miguel Ángel que nos ha permitido adentrarnos en el apasionante mundo de aprender ruso.

Como siempre, será un placer saber de ti en los comentarios.

¡Hasta la próxima entrada!

Photo by Nikolay Vorobyev on Unsplash

Paloma Coach de idiomas

Soy Paloma García, coach de idiomas. Ayudo a profesionales como tú a alcanzar sus metas personales y profesionales a muy corto plazo, gracias a dar los pasos necesarios con los idiomas de une vez por todas.

Me considero una eterna aprendiz. Vivo con auténtica pasión todo lo que estoy descubriendo gracias al coaching, el emprendimiento y el mundo online.

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