Coaching de idiomas.
¿Sabes esa sensación cuando no acabas de encontrar el sentido a lo que haces?
Pues eso es lo que viví yo durante años en mis trabajos de oficina donde tenía que buscar, inventar, crear y hasta soñar que lo que hacía tenía un sentido, un componente emocional para alguien, para así sentir que lo que hacía realmente valía la pena. Hasta que descubrí que lo quería era juntar coaching e idiomas.
Soy una romántica, no lo puedo ni quiero evitar.
Tuve la suerte de saborear este sentido en aquellas ocasiones donde, gracias a la formación que impartí de diferente tipo (de idiomas, de danza), descubrí la grandeza de ayudar en el desarrollo de las personas, fomentando sobre todo la confianza, pasión y alegría por lo que se hace.
Hace ocho años entré en el mundo de la formación como directora de una escuela de idiomas. Y ahí volví a experimentar mi idea romántica de lo que significa poder ayudar a los demás en el desarrollo y crecimiento personal, gracias a su formación en idiomas. Este crecimiento es la máxima esencia de ese sentido que quiero en mi vida profesional.
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Los idiomas en mi vida.
Lo de los idiomas me viene de pequeña. Quién iba a decir que terminaría juntando coaching e idiomas.
Soy de la generación en la que aún se daba francés en el colegio, en lugar de inglés. Mis padres me permitieron ir a clases extraescolares porque el nivel del colegio no era muy bueno y yo quería sentirme preparada para el cambio al instituto. B.U.P. parecía todo un desafío.
Ahí empezó el “periplo de los idiomas“.
Si bien la primera experiencia preparándome por mi cuenta para salir a la calle y hablar fue con el catalán. De familia madrileña, en casa se ha hablado siempre castellano.
Un día decidí, ya con unos 12-13 años, que quería hablar catalán. Mi primer objetivo para practicar era cuando iba a comprar. Mi madre me hacía la lista de la compra en castellano y yo, diccionario en ristre, me la traducía al catalán antes de salir. En el camino de casa al colmado iba practicando.
Al catalán siguieron el inglés, italiano, portugués, alemán, además del francés.
Puede parecer que se me han dado bien los idiomas al haber aprendido y poder comunicarme en varios. Más que facilidad, estoy segura que es fruto de un auténtico interés que me ha llevado a dedicarle horas de estudio y a hacer lo posible por trasladar lo aprendido a la práctica cuanto antes, ya fuera en clase o en la calle.
Con mucha exigencia por mi parte pero a la vez viviendo los errores como una oportunidad de aprender algo nuevo, que es lo que más me gusta: aprender.
Cierto es que vengo de unos padres con un uso del idioma exquisito. Y eso ayuda. Aunque siempre nos hace reír, a mis hermanos y a mí, el dominio de nuestra madre, a pesar del amplio vocabulario que tenía, para llamar “cacharro” a cualquier cosa en cualquier contexto.
Si echo la mirada atrás a mi propio aprendizaje de idiomas, recuerdo esa emoción al pasar de no entender ni saber nada de un idioma a reconocer las palabras, los sonidos. Empezar a poder escribir, hablar. En definitiva, comunicarme en otro idioma. Las horas de estudio viendo contenido más avanzado para poder hacer las redacciones más completas. La gramática de alemán como libro de cabecera.
Si es emocionante vivirlo en primera persona, aún lo es más cuando son los alumnos quienes pasan de cero a poder leer en voz alta, hablar básico y escribir mini textos en un mes.

Igual de emocionante era trabajar, gracias a la danza y, sobre todo gracias a la pasión por disfrutar, la confianza de las alumnas de danza. Lo recuerdo siempre como un capullo de rosa que va floreciendo poco apoco hasta llegar a ser su versión más radiante. Tal era su transformación.
Y llegó el coaching…
Hace unos seis años ayudé a una conocida que se estaba formando para coach en su trabajo de fin de máster haciéndome un proceso. Fue mi primer contacto con el coaching y me pareció increíble. Siempre sabía lanzarme la pregunta que me iluminaba, que me abría al descubrimiento y aprendí mucho al conocerme más y mejor.
Esta experiencia sembró en mí la semilla que con el tiempo he ido alimentando y alimento a base de formación y procesos de coaching y PNL. Como en aquel primer contacto, me sigue maravillando la “magia” del coaching en cuanto a su capacidad de transformación. Claro está que, si bien el coaching puede ser mágico, requiere compromiso, esfuerzo y ganas de cambiar, evolucionar y crecer que es lo que se obtiene cuando sales de la zona de confort.
Coaching de idiomas. Confianza e idiomas. Tú e idiomas.
Así llego a este preciso y precioso momento en el que, con la confianza, pasión y alegría que transmitía a mis alumnos, lanzo Idiomas en Positivo.
Lo hago con la esperanza de ayudarte a dar sentido a lo que haces, a lo que quieres, a lo que sueñas cuando utilizas otro idioma. Y, sobre todo, a ser siempre tu mejor versión.
¡Gracias por acompañarme en el apasionante mundo del coaching e idiomas!
Un abrazo,
Paloma
P.S.1 Si quieres saber a qué me refiero con lo de mejor versión, aquí tienes el enlace de una entrada del blog donde lo explico.
P.S.2 En realidad, dio para dos entradas. Aquí el segundo enlace.
2 comentarios en «Idiomas en positivo: coaching de idiomas.»
En los tiempos que corren y tan de prisa es muy dificil encontrar un profesional auténtico.
Transmites pasión por lo que haces y dedicación por el trabajo.
Por lo que ya me has hecho llegar a mí ganas de seguir esforzándome en mi trabajo y estudio, para nuevos proyectos.
Gracias
Muchas gracias, Roberto.
Me alegra saber que las ganas se contagian.
Gracias por tu comentario y confianza.