Compararse al aprender idiomas.
“Esto solo lo entiende quien tiene hermanos”, me dice mi hermana entre risas cuando cogemos una regla para cortar en dos mitades perfectas el último trozo de bizcocho.
Cuando se han sido unos cuantos en casa, esto pasa…
Miramos de reojo y comparamos lo que nos toca a cada uno. No vaya a ser que en el reparto salgamos mal parados.
Bromas aparte, estamos en contacto con las comparaciones desde que nacemos.
Primero vivimos esa maravillosa época donde no somos solo un bebé guapo, simpático, inteligente, gracioso, espabilado sino el más. Sí, el mejor, el más espabilado, el más inteligente, el más guapo, el más gracioso del mundo para mamá y papá…
Ahora bien, pasado cierto tiempo, aparecen los demás y con ellos, las comparaciones, que pueden ser de semejanza (¡eres igualito a tu padre!) o bien de confrontación (“mira a tu hermana qué notas saca”, “qué aplicado es tu primo”, “el hijo del vecino es taaaaaaan educado, ya podrías aprender de él” y un largo etcétera).
Sí, las comparaciones pueden ser odiosas y también muy dañinas.
¿Por qué las hacemos entonces?
Entre otras cosas, las comparaciones son muy útiles, porque nos sirven para obtener información. Información de cuanto nos rodea, del entorno en el que nos movemos, de nuestra manera de actuar.
Esta información que sacamos de las comparaciones podemos decir que nos ayuda a componer una imagen del mundo y de nosotros mismos.
De hecho, según la Teoría de la Comparación Social, del psicólogo Leon Festinger (1954), usamos la comparación con los demás como una especie de barómetro para evaluar y medir nuestras propias capacidades, habilidades y opiniones.
Esto responde, siempre según Festinger, a una pulsión autoevaluativa. Es decir, una necesidad constante de evaluar nuestras opiniones y capacidades.
En función de con quién/qué nos comparemos, los criterios aplicados y el significado que le demos, pensamos de un modo diferente sobre nosotros mismos.
No. No es una prueba de nivel. Es una nueva oportunidad para medir cuánto aprovechas tus conocimientos y CONSEGUIR TUS METAS PROFESIONALES de una vez por todas.
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¿Cómo nos comparamos?
Cuando nos comparamos con los demás, lo hacemos por contraste en dos direcciones:
- Ascendente: Las personas con las que nos comparamos están, aparentemente, en una situación mejor, tienen una vida más fácil, son más atractivos, sacan mejores notas, tienen éxito, consiguen lo que se proponen…
- Descendente: Lo contrario. Las personas con las que nos comparamos están, a priori, en peores circunstancias, tienen más problemas, se comportan peor, tienen menos capacidades…
¿Qué emociones generan estos dos tipos de comparación?
Antes decía que las comparaciones son odiosas. Cuántas veces lo habremos pensado, ¿verdad?
¿Realmente lo son?
Depende de la carga emocional que tienen y el tipo de emociones que generan.
Esta tabla recoge algunas de las emociones que compararnos, tanto en ascendente como en descendente, nos pueden generar, en función del significado que le demos y del impacto que tenga en nuestra autoestima.
Compararse al aprender idiomas.
En mi época como directora de una de las escuelas de idiomas Berlitz en Barcelona, recuerdo como uno de los principales desafíos organizar los grupos por niveles y edades.
Obvio es que, para asegurar el máximo provecho de las clases por los alumnos y facilitar el trabajo del profesor, cuánto más homogéneo el grupo por nivel y edades, mucho mejor.
En nuestro caso era además especialmente importante porque los grupos eran muy pequeños, entre 3 y 6 personas.
Cómo recuerdo la intensidad de la primera semana para confirmar que los grupos estaban bien montados, especialmente los de los adolescentes, haciendo los ajustes necesarios. ¡Qué tiempos!
Seguro que piensas que grupos de 3 a 6 personas son una gran ventaja para el alumno porque éste tiene mucha más oportunidad de interactuar con retroalimentación del profesor.
A priori, es así.
Pero estos grupos tan pequeños a veces se volvían un problema.
¿Sabes por qué?
¡Exacto!
Por las comparaciones.
Siendo pocos en clase, uno se podía fijar más en los demás y compararse con más facilidad con los compañeros.
Y las comparaciones, como hemos visto, generan tanto emociones negativas como positivas.
Uno tiende a compararse en aquellas situaciones donde es necesario mostrar nuestras capacidades y habilidades ante los demás en la cercanía. Léase en clase o bien en el trabajo, en reuniones, presentaciones, etc.
En 1942, el sociólogo americano Herbert Hyman acuñó el concepto de grupos de referencia, definiéndolo como grupos que dan a los miembros un punto de referencia para definir sus actitudes, aptitudes intelectuales, creencias personales, atractivo físico y su propia valoración social.
¿Pasa lo mismo con el idioma?
Sí, pasa lo mismo. El aprendiz de idiomas también usa su clase como grupo de referencia.
Fíjate en este estudio qué resultado tan interesante ha dado.
Según el estudio “My English sounds better than yours: Second-language learners perceive their own accent as better than that of their peers” (Holger Mitterer, Nikola Anna Eger, Eva Reinisch), publicado en febrero de este año, en las comparaciones de acento y pronunciación en un grupo, elegimos la nuestra como la mejor, sin reconocerla porque se ha alterado para que sea irreconocible.
Impresionante, ¿verdad?
¿Lo sabías o lo ignorabas?
Te pongo en contexto de este estudio, por si no lo conoces.
Participantes del estudio:
Veinticuatro alumnas o ex alumnas de la Universidad de Munich, de lengua nativa alemán y sin problemas de habla, lenguaje o audición, participan en este estudio.
Ninguna de ellas ha vivido en un país angloparlante por más de 6 meses.
Operativa del estudio:
Entre cuatro y ocho semanas (media 6.2) después de la grabación de ciertas frases, las participantes regresan para juzgar el acento de las voces alteradas, teniendo 1.5 segundos para responder.
En cada ensayo, se les pregunta “¿qué tan bien se pronuncia la oración?”, debiendo puntuarla en una escala del 1 al 6, siendo 1 “muy bien” y 6 “mal”.
Este esquema de calificación sigue el sistema de calificación escolar alemán que va de 1 (“muy bueno”) a 6 (“deficiente”).
A tener en cuenta cómo está formulada la pregunta.
En lugar de preguntar cuánto acento tiene, se pregunta sobre el acento de la producción de forma positiva (qué tan bien en lugar de cuán malo o acentuada es), de tal manera que las participantes comparen la pronunciación con la idea de cómo ellas creen que debe sonar la oración.
Por otra parte, también se les pide que respondan a la pregunta “¿cuánto suena esto a tu voz?” en una escala de nuevo del 1 (“mucho”) al 6 (“en absoluto”).
Resultado del estudio:
Las participantes perciben su acento como mejor que el de las demás. Así de categórico.
Conclusiones:
Esta es la parte más interesante del estudio. Aquí las principales conclusiones a las que llegaron, que están traducidas directamente del enlace de arriba:
1. Sesgo cognitivo y fosilización de los errores.
El resultado del estudio revela un sesgo cognitivo (distorsión) que puede tener serias repercusiones para la adquisición de una segunda lengua. Si los alumnos perciben su acento mejor que el de los demás, esto podría hacer que sean menos propensos a notar sus errores. Si no se dan cuenta de sus errores, continuando con esta justificación, es poco probable que los corrijan, ya que puede haber poca motivación para mejorar aún más. Lo que lleva a la fosilización de los errores.
2. Exposición al idioma y comprensión.
Hay al menos dos posibles explicaciones para las autoevaluaciones más altas:
- La exposición repetida a un estímulo lo hace más agradable. Escuchar nuestra propia voz cada vez que hablamos en otro idioma puede, por lo tanto, hacer que nos guste ese acento y otros acentos similares, más de lo que merecerían objetivamente.
- La ventaja de comprensión de la propia voz puede facilitar su comprensión, lo que conduce a una mejor calificación.
Ambas explicaciones están en línea con los estudios que demuestran que los oyentes que con frecuencia están expuestos al habla no canónica de otros se adaptan a ella. Esta adaptación se refleja en una mejor comprensión y procesamiento por un lado, pero también en una mayor aceptación y juicios menos duros, por el otro.
Esto está alineado con otro trabajo que sugiere que podemos adaptarnos rápidamente a pronunciaciones inusuales en nuestra lengua materna e incluso en la audición de una segunda lengua.
Las explicaciones afectivas del efecto de mera exposición se centran en la idea de que estímulos desconocidos generalmente pueden invocar miedo y esto es así para más de uno cuando tiene que entender lo que se le dice de forma oral. Suele causar mucho estrés.
Cada nueva oración en otro idioma conlleva el peligro de no ser entendida, por lo que poder procesar un acento con relativa facilidad puede influir directamente en la evaluación de este estímulo. De ahí que las participantes hayan puntuado más alto sus propias frases y acento en el estudio.
3. Modelo objetivo de acento.
La investigación sobre capacitación asistida por computadora sugirió que los estudiantes se benefician más de escuchar sus propias producciones, a través de síntesis de voz corregidas, que de un modelo nativo.
Una razón potencial para esto puede ser que el modelo de objetivo mental que han desarrollado también está conformado por su propio acento, de modo que una comparación con otro hablante no ayuda a detectar errores y pronunciación acentuada.
Recomendaciones:
Teniendo en cuenta las conclusiones a las que llega este estudio, te propongo considerar cuanto sigue:
- Evitar la fosilización: practicar cuanto puedas, prestando atención a los errores fonéticos y prosódicos con retroalimentación (corrección) externa siempre que puedas. Ten en cuenta que es favorable ir cambiando de profesor cada cierto tiempo para asegurarte de que tienes nuevo feedback sobre tu desempeño en el idioma. A veces se corre el riesgo de entrar en una zona cómoda donde se relaja la parte de retroalimentación. Pïdela siempre que creas que falta. No se trata de que te corrijan cada frase, pero sí que te ayuden a fijarte en los puntos negros que puedas tener. Si no puedes con un profesor, busca una aplicación con una buena devolución y evaluación de la práctica oral que haces.
- La semejanza y exposición hace que te sea, normalmente, mucho más fácil entender a otro español hablando inglés que a un nativo, ¿verdad? O de otro idioma materno (no siempre, lo sé). Para reducir este sesgo, de nuevo, escucha de manera consciente e inconsciente tanto como puedas el idioma objetivo en su versión nativa. De este modo te irás familiarizando al idioma y se reducirá el estrés que se siente cuando necesitas entender sí o sí lo que te dicen de forma oral. De nuevo, en este punto aplica la recomendación anterior de ir cambiando de profesor de vez en cuando. Sé que cuesta, cuando tienes un profesor que es perfecto para ti, pero de verdad que ayuda porque te va a suponer desafiarte, salir de la famosa zona de confort. En el contexto real del idioma te vas a encontrar constantemente con diferentes interlocutores.
- De nuevo, práctica, práctica y práctica. Te pongo aquí el enlace a dos entradas con sugerencias para mejorar el nivel de satisfacción en las cuatro habilidades lingüísticas. Haz click en la foto para ir a la entrada correspondiente.
Entonces, compararte al aprender idiomas, ¿te ayuda o te frena?
Como en todo, va a depender de la intención positiva que tenga compararte para ti.
¿Con qué objetivo lo haces?
- Capacidades: Recuerdo cuando iba a clase de idiomas cuando era jovencita y cómo me gustaba entrar en grupos donde yo era de las que menos sabía. Me ponía las pilas muchísimo para estudiar y ponerme al nivel de los demás. Me gustan mucho los desafíos, los objetivos y las metas. Tú, ¿con qué objetivo lo haces?
- Opiniones: Las comparaciones permiten autoafirmarnos en aquello que pensamos, especialmente cuando se nos otorga la razón. De lo contrario, si no se sabe gestionar bien, se puede sentir hostilidad y rechazo por el otro. ¿Te pasa?
- Situaciones “estresantes”: Sí, hablar en otro idioma delante de otras personas puede ser una situación que genere ansiedad a más de uno. En estos casos, podemos empatizar con aquellos que lo vivan de la misma manera.
Como puedes haber visto en más de una entrada de este blog, a menudo hablo de cómo se retroalimentan nuestros pensamientos, emociones y acciones.
Esto es especialmente importante cuando nos comparamos con los demás al aprender idiomas porque puede hacer que nuestro avance se frene o bien continúe su camino creciente.
En función del significado que demos al resultado de la comparación ascendiente o descendiente, tendremos unas emociones negativas o positivas, lo que nos llevará a actuar de un modo u otro.
Esto tiene un impacto directo en nuestro desarrollo lingüístico.
Este cuadro presenta algunas de las principales acciones resultado de las emociones que genera compararse y el impacto en el objetivo con el idioma.
Dedícale unos minutos a este cuadro e identifica qué acciones reconoces en ti respecto al idioma y si te acercan o alejan de tus objetivos.
Si compararte te está alejando y no sabes cómo romper este patrón de comportamiento, envíame un mail a info@palomagarciacoach.com y lo comentamos. ¡Será un placer!
Quizás tú consigas seguir avanzando con el idioma incluso inmerso en las emociones negativas.
En este caso, ¿qué te estás perdiendo por el camino de la siguiente triada?
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6 pasos para evitar las comparaciones dañinas.
Como has podido ver, el impacto de una comparación odiosa, propia o ajena, puede ser muy caro para tu autoestima, lo que afectará a las decisiones y acciones que tomes con el idioma.
Compararse es fruto de una pulsión que tenemos adquirida de nuestros ancestros, para los que fue un método de supervivencia (medirse con el entorno, agresión). Nosotros hemos cambiado esto por atractivo, por sentirnos aceptados, integrados…
Por más que sea un hábito adquirido, no quiere decir que no se pueda cambiar.
¿Cómo hacerlo?
De entrada, usa la comparación NO con los demás, sino contigo, porque tú tienes control sobre lo que tú haces, no sobre lo que hacen los demás.
Si comparas tus logros con los demás, tu desempeño en el idioma, tu capacidad de comunicarte, ¿qué estás teniendo en cuenta? ¿qué no estás teniendo en cuenta?
Como no has vivido lo mismo que el compañero que quizás tenga más fluidez que tú, no has recorrido su camino, para seguir creciendo, la clave está en que compares tus resultados y éxitos con las metas que te vas proponiendo y no con las de los demás.
Prémiate cada vez que consigas un micro objetivo con el idioma.
Si no te los fijas, estás poniendo en riesgo tu motivación en el medio y largo plazo.
Recompensa a tu cerebro por la energía que te deja poner en aprender un idioma, que requiere ganas, tiempo, dedicación, concentración… en lugar de hacer otras cosas mucho más placenteras para él.
Si te comparas, usa las comparaciones para darte cuenta de:
- Cómo se comunican los demás
- Qué les motiva para aprender
- Qué recursos utilizan
- Cómo gestionan sus emociones
- Que si él o ella puede, tú también
- Aprender de los errores que cometen los demás
- Aprender de las buenas prácticas de los demás
- Además de todo lo expuesto en el cuadro 2 de arriba
Así que, a partir de ahora, para mejorar tu autoestima y confianza en el idioma, PRACTICA LOS SIGUIENTES 6 PASOS:
- Céntrate en ti mismo
- Ponte objetivos concretos y realistas por clase/reunión/contacto con el idioma (desde poner en práctica algo que has aprendido, disfrutar, relajarte, aprender algo nuevo…)
- Fuera críticas, juicios y discurso interior dañino (no puedo, no sé, no soy capaz, qué mal pronuncio, soy el único que no se entera…)
- Sonríete y acéptate como eres (sí, incluso si te sigues equivocando en lo mismo de siempre)
- Reconócete cuánto sabes ya, por poco o mucho que sea
- ¡Disfruta de la maravillosa experiencia de descubrir otro idioma y las puertas que te abre!
Espero que las comparaciones dejen de ser odiosas para pasar a ser una oportunidad de aprendizaje y mejora continua para ti.
Un abrazo y ¡te leo en los comentarios si quieres compartir tu experiencia con las comparaciones!
Paloma